¿Qué hago cuando tengo que traducir textos mal escritos?

Si encargas una traducción, esperas un resultado perfecto. ¿Verdad?

Pero… ¿que pasa si el texto que hay que traducir está mal escrito?

Podrías pensar que esto no pasa jamás. Pero la realidad es que sí, esto ocurre.

En más de una ocasión he tenido que traducir textos que no estaban bien escritos, con todo lo que eso supone a la hora de ponerse manos  a la obra.

En estos casos, siempre me pregunto cómo lidiar con el problema y salir airoso de la situación.

La respuesta es… DEPENDE.

Depende de lo mal que el texto esté escrito. La mayoría de las veces no son fallos gordos, aunque sí puede ocurrir que el texto sea totalmente incomprensible (a mí personalmente no me ha pasado, pero me han contado casos de gente que sí).

Sin embargo, es más normal que el problema se encuentre en la estructura gramatical de la frase o en liarse demasiado a la hora de dar ciertas explicaciones. A veces, la persona que redacta un texto quiere que todo quede tan claro que lo único que hace es complicarlo todo sin darse cuenta de que menos es más.

Aunque de todos los dramas posibles, el peor de todos es una mala puntuación, ya que suele dar lugar a ambigüedades. Y no hay nada más peligroso que una ambigüedad en un mal párrafo. ¿Por qué? Porque el traductor puede llegar a interpretar algo que significa totalmente lo contrario a lo que se pretendía transmitir originalmente.

Normalmente, los textos que no están bien escritos son aquellos que no están escritos por expertos en redacción. Un periodista, un escritor o un copywriter suele tener amplios conocimientos en este campo, pero un médico, un químico o un abogado no están obligados a dominar también esta área a pesar de que en su día a día utilicen el lenguaje como todo hijo de vecino.

Más importante aún: los primeros están suelen tener a alguien que revise su trabajo, pero los segundos tienen cosas más importantes que hacer. Evidentemente, es más importante que un médico salve una vida a que escriba correctamente cualquier artículo científico.

Si, independientemente de quién haya escrito el dichoso texto, nos topamos con que este es malo, ¿cómo es posible hacer un buen trabajo?

La respuesta es muy simple:

NO SE PUEDE.

Podemos seguir algunos trucos para intentar que el destrozo no sea tan grande y acabar produciendo un texto que sea correcto y comprensible, pero de primeras nos tenemos que olvidar de dar con un texto brillante (a no ser que por el camino resolvamos todos los cabos sueltos).

Lo primero que tenemos que hacer es algo tan sencillo como obvio: comprobar que lo que falla realmente es el texto y que no se nos escapa nada. Si te encuentras una palabra que no conozcas, que pienses que está mal escrita, algo que no entiendas, etc., lo primero es cuestionarse a sí mismo e investigar.

Una vez que hemos llegado a la conclusión de que no somos nosotros, podemos pasar al siguiente paso: LLORAR DESCONSOLADAMENTE.

Cangrejo llorando por traducir textos mal escritos

Cuando ya hemos aceptado que estamos delante de un texto que nos va a llevar tiempo descifrar y que nos va a costar sudores realizar para que el resultado sea digno, debemos sacar nuestras armas e intentar aportar soluciones.

Partimos de la base de que lo que de verdad le importa al destinatario es un buen resultado. No quiere recibir una mala traducción ni oír cuentos chinos al preguntar por el desastre. Por tanto, dejémonos de excusas y consultemos directamente a la persona que ha escrito el texto qué quería decir en aquellas partes en las que no se ha expresado correctamente.

A veces puede dar miedo porque no es cuestión de decirle a nadie «oye, mira que estropicio de texto me has dado». Pero, si se lo dices con tacto, incluso te darán las gracias por señalarle aquellas cosas que hay que corregir.

En mi caso (traductor en plantilla de una empresa que no es de traducción), suelo acudir a quien ha escrito el texto y plantearle si puede volver a formular lo que quería expresar, pues a veces hay erratas por escribir los textos con prisas.

Este acercamiento suele ser bastante satisfactorio y muchas veces, además, me piden que revise el documento y corrija todo lo que haga falta, lo cual se agradece por la confianza y por el hecho de poder trabajar con el texto más a gusto. No obstante, esta opción no siempre es factible por dos motivos: el autor no está disponible o el texto lo ha escrito alguien externo a la empresa.

Para los traductores autónomos, supongo que dependerá mucho del caso, pero quizás sea muy buena opción contactar con el cliente, sobre todo si se tiene confianza con él. Si se trabaja con intermediarios, podríamos aprovecharnos de ello para preguntar las dudas y ver si nos pueden ayudar.

Evidentemente, no me refiero a preguntar lo primero que se nos venga a la mente, sino a tratar de solucionar aquellos problemas que hemos intentado resolver por todos los medios sin encontrar una solución y que dificultan dar con una buena traducción.

Tanto trabajar en plantilla como hacerlo para un mismo cliente con frecuencia puede resultarnos útil: nos facilita saber cómo se expresa cada persona e identificar ciertas manías lingüísticas o el tipo de léxico y expresiones que utilizan.

Al final se trata de allanar el camino para dar con una buena traducción y que los demás estén contentos con nuestro trabajo, ya que eso les va a hacer la vida más fácil.

Es cierto que muchas veces llegan textos con fallos o que pueden ser muy mejorables, pero no debemos desistir, sino demostrar nuestras capacidades esforzándonos todo lo posible e intentando descifrar los jeroglíficos.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Javier Silvestre Pavón es el Responsable del tratamiento de los datos personales del usuario y le informa de que estos datos se tratarán de conformidad con lo dispuesto en el Reglamento (UE) 2016/679, de 27 de abril (GDPR), y la Ley Orgánica 3/2018, de 5 de diciembre (LOPDGDD), por lo que se le facilita la siguiente información del tratamiento:

Fines y legitimación del tratamiento: gestionar los comentarios, mantener una relación comercial (por interés legítimo del responsable, art. 6.1.f GDPR) y el envío de comunicaciones de productos o servicios (por consentimiento del interesado, art. 6.1.a GDPR).

Criterios de conservación de los datos: se conservarán durante no más tiempo del necesario para mantener el fin del tratamiento o mientras existan prescripciones legales que dictaminen su custodia y cuando ya no sea necesario para ello, se suprimirán con medidas de seguridad adecuadas para garantizar la anonimización de los datos o la destrucción total de los mismos.

Comunicación de los datos: no se comunicarán los datos a terceros, salvo obligación legal.

Derechos que asisten al usuario: derecho a retirar el consentimiento en cualquier momento. Derecho de acceso, rectificación, portabilidad y supresión de sus datos, y de limitación u oposición a su tratamiento. Derecho a presentar una reclamación ante la Autoridad de control (www.aepd.es) si considera que el tratamiento no se ajusta a la normativa vigente.

Datos de contacto para ejercer sus derechos: javier@palabrakadabra.com.