El otro día di con una charla TED titulada How language shapes the way we think (es decir, Cómo la lengua moldea nuestra forma de pensar), y me di cuenta de que el contenido que Lera Boroditsky exponía podía ser muy interesante para cualquier persona que pudiera leer mi blog.
Después de darle varias vueltas al asunto, me apetecía hacer una entrada un poco diferente. Normalmente, indago sobre algún tema que me interese y después elaboro el artículo en función de los datos que me parecen más curiosos o relevantes.
Sin embargo, en esta ocasión me apetecía simplemente contaros cuáles han sido las reflexiones y las preguntas que me he hecho cuando veía este vídeo, ya que creo que cualquiera podría detenerse un rato a pensar sobre lo que la ponente nos cuenta.
La pregunta que más me he hecho mientras veía este vídeo es la que he puesto de titular: ¿nuestra lengua nos hace más egocéntricos?
Podríamos decir que sí, pues países de occidente como Reino Unido o España tienen más características en común de las que en un principio podríamos pensar (por ejemplo, escribimos de izquierda a derecha). Tanto Reino Unido como España conquistaron en su momento numerosos territorios que quedaron bajo su influencia y su lengua, lo que ha moldeado involuntariamente la forma de pensar de millones de personas.
Siguiendo con el ejemplo del párrafo anterior (escribir de izquierda a derecha), nos damos cuenta de que somos poco tolerantes ante las ideas que vienen de fuera y que nuestro pensamiento está determinado por lo que conocemos. Para nosotros, lo «normal» es escribir en la dirección en la que lo hacemos.
La forma en la que lo hacen otras personas es rara, es incorrecta, es curiosa (si queremos utilizar un eufemismo).
Por este motivo, creo que saber idiomas es algo muy enriquecedor, pues nos demuestra que hay múltiples formas de abordar una realidad, tal y como Lera Boroditsky señala en el vídeo.

Es más, ella misma indica que es muy egocéntrico concebir el tiempo como la escritura, de izquierda a derecha (no hay más que echar un ojo a cualquier línea temporal), ya que querría decir que su flujo variaría en función de nuestra posición.
De entre todas las ideas expuestas en el vídeo, me ha parecido muy coherente que haga hincapié en las diferencias de género en función de los idiomas, lo cual demuestra que el género es algo que va más allá de ciertos estándares.
Lo que no cuenta es que, en el mundo de la traducción y la transcreación, estas diferencias pueden convertirse en toda una pesadilla. Tal y como indica Lera Boroditsky, en alemán la luna es masculina y el sol femenino. Esto, en medio de una traducción, puede representar un problema más grave de lo que de primeras podría parecer, sobre todo si el documento en cuestión viene acompañado de imágenes.
Pero para eso está la figura del transcreador, para vencer cualquier choque cultural al adaptar un mensaje de un idioma a otro (incluso si eso implica cambiar imágenes, tipografías, etc.).
Llegados a este punto, ¿alguien tiene alguna duda de que las palabras moldean nuestros pensamientos sin que nos demos cuenta?
Puesto que nuestra percepción está alterada por el idioma que hablamos, siempre es bueno aceptar las realidades ajenas, ya que pueden ser igual o más interesantes que las nuestras. Estas nos hacen darnos cuenta de que siempre hay una forma diferente de apreciar la realidad.
Lenguaje y realidad van de la mano y, cuantos más idiomas sepamos, más completa será nuestra forma de entender el mundo. Por lo tanto, a cuantos más idiomas adaptemos los mensajes de nuestra marca, más fácil será derribar cualquier frontera.
Y tú, ¿quieres derribar tus barreras lingüísticas? Si estás pensando en llevar a cabo una estrategia comunicativa relacionada con la transcreación y la traducción, te animo a que te pongas en contacto conmigo.
